| Descripción |
La trayectoria artística de Carmen Calvo se inicia a principios de la década de los setenta, básicamente centrada en el lenguaje de la pintura, y también en sus posibilidades y potencias tridimensionales. De esta forma, su universo plástico se expande fuera de los estrictos (y en ocasiones tiránicos) límites planos de la superficie pictórica. Influida en un primer momento por las iconografías del arte pop y por una singular revisión del postminimalismo, ha venido paulatinamente desarrollando un lenguaje personal, cuya principal seña de identidad reside en la utilización de diversos objetos vinculados a una memoria histórica y también personal, que la artista recupera, manipula y dignifica, empleando una amplia y variada gama de recursos técnicos y expresivos; entre ellos encontramos collages, dibujos, cerámica, objetos diversos o fotografías manipuladas, recuperadas y anónimas, donde la figura humana adquiere constantemente un destacado papel protagonista. De esta manera, construye una sintaxis artística en la que distintas palabras-conceptos, como infancia, memoria, tiempo, colección y pasado, se conjugan en un sugerente fresco visual y testimonial. En 1997 participa en la 47 Bienal de Venecia, representando a España con una galería de espejos que profundizaba en ese interés coleccionista por el universo de los objetos. Esta utilización de objetos, por lo general elementos vulgares y cotidianos a los que confiere una nueva aura artística, una dimensión creadora y estética, se significa, así como su rasgo creativo más diferencial y a la vez referencial, convirtiendo al objeto (artísticamente hablando) en sujeto. En puro sujeto-objeto de
deseo creador.
En la proposición 2021 de su Tractatus Logicophilosophicus, Ludwig Wittgenstein aseguraba que "los objetos forman la sustancia del mundo". Bien podemos decir ahora que, en sintonía con la opinión del filósofo austríaco, los objetos forman y conforman también la sustancia primigenia de esta obra de Carmen Calvo, Y por la puerta del pensamiento, que se escapa y se distancia definitivamente de la "esclavitud" de lo bidimensional y de los preceptos planos de la pintura, para adentrarse en la geografía 3D del lenguaje escultórico. Materiales cotidianos, humildes, tal vez incluso banales que, por el arte de magia del arte, nos envían su mudo y sordo mensaje, invitándonos e incitándonos a descubrir, como haría un arqueólogo de lo cotidiano, a partir de lo nimio, nuevos acentos y nuevas visiones que se esconden entre las capas sedimentadas de la vida, entre los estratos del día a día. (Texto de José Manuel Costa, Catálogo Colección CA2M, 2010).
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